Sorprendente, pero hermoso resulta que los días 3 de abril de cada año se celebre en el planeta el Día Mundial del Arcoíris. Se trata de una iniciativa que busca simbolizar la paz, la diversidad y la conexión entre las personas de todo el mundo.
Sin embargo, sin ser una celebración oficialmente establecida a nivel internacional como otras fechas conmemorativas, se ha convertido en un evento especial promovido por comunidades y organizaciones que valoran la inclusión y la belleza de la naturaleza.
La imagen del arcoíris suele representar valores como la armonía y la esperanza, así como la importancia de la aceptación y la unión en la diversidad cultural y social. También es un símbolo de resistencia en el contexto de los derechos de la comunidad LGBTQ+.
En esencia, el Día Mundial del Arcoíris es una excusa perfecta para reflexionar sobre la belleza que encontramos en nuestras diferencias y la posibilidad de convivir en un mundo más colorido y respetuoso.
Un arcoíris, desde el punto de vista de la física, se produce cuando la luz del sol interactúa con diminutas gotas de agua suspendidas en el aire, como las que hay después de una lluvia. Es esencialmente un fenómeno óptico y meteorológico, que se forma a partiir de tres procesos: reflexión, refracción y dispersión.
Refracción: es cuando la luz del sol entra en una gota de agua, cambia de velocidad y se dobla o refracta, porque pasa de un medio como el aire a otro más denso que es el agua.
Dispersión: dentro de la gota, la luz blanca del sol se divide en sus colores constituyentes: rojo, naranja, amarillo, verde, azul, añil y violeta. Cada color tiene una longitud de onda diferente y se dobla en ángulos distintos.
Reflexión interna: la luz se refleja en el interior de la gota y luego sale de nuevo al aire, donde se refracta una vez más... ¡Y el arcoíris aparece!
Los colores se muestran en la forma de un arco porque las gotas de agua están a diferentes ángulos relativos a la posición del sol y el observador. Cada persona ve, de alguna manera, su propio arcoíris, siendo que el ángulo y la luz que llega a sus ojos son únicos e irrepetibles.
Los poetas que se han inspirado, a través de los siglos, han encontrado en el arcoíris una fuente inagotable de inspiración, simbolizando esperanza, conexión divina, belleza efímera y la complejidad de las emociones humanas.
Algunas miradas poéticas al arcoíris son:
Esperanza y promesa divina: en la Biblia, específicamente en el Génesis, el arcoíris se describe como un símbolo de la promesa de Dios a Noé tras el diluvio, representando paz y renovación. Este simbolismo se ha reflejado en muchas obras poéticas religiosas que ven al arcoíris como un puente entre el cielo y la tierra. William Wordsworth en su poema "My Heart Leaps Up", describió al arcoíris como una representación de la continuidad y el asombro que trasciende la vida humana.
Belleza efímera: algunos poetas han utilizado el arcoíris para captar la fugacidad de la belleza y los momentos transitorios que deben ser valorados. Rabindranath Tagore, por ejemplo, en un fragmento de su obra, compara el arcoíris con la vida misma: "El arcoíris aparece y se desvanece en el cielo, como nosotros en este vasto universo..." Este enfoque resalta lo efímero de la existencia humana y la necesidad de vivir el presente.
La conexión entre opuestos: el arcoíris a menudo simboliza la armonía entre las diferencias, como la lluvia y el sol o la oscuridad y la luz. En el poema "Somewhere Over the Rainbow" (que devino en canción emblema del filme El mago de Oz) aunque no estrictamente un poema literario clásico, la idea del arcoíris como lugar donde los sueños convergen captura el anhelo universal de algo mejor y más unido.