Cada seis de enero, día de la Epifanía o la llegada de los tres reyes magos en buena parte del mundo, también es un recordatorio de las devastadoras consecuencias de la guerra para la infancia más indefensa. Uno de esos llamados de atención es el Día Mundial de los Huérfanos de la Guerra, una conmemoración creada para crear conciencia sobre los peligros y las dificultades que enfrentan los niños en el marco los conflictos bélicos.
Se trata de recordar la vulnerabilidad de los más pequeños y trabajar, si es posible, para aplacar, también dentro de lo factible, el impacto de la guerra en la niñez del mundo. Este día tiene su origen tras los destrozos que sucedieron en Polonia debido a la Segunda Guerra Mundial, donde millones de niños quedaron huérfanos, sin hogar, alimentos ni educación. Una situación que llevó a la comunidad internacional a reconocer la necesidad de protegerlos y apoyarlos.
UNICEF, por ejemplo, es una organización que viene gestionando iniciativas para proteger a los niños víctimas de guerras y conflictos armados, entre ellas el proyecto La infancia como zona de paz. También realiza esfuerzos por llamar la atención hacia el reforzamiento de leyes nacionales y el derecho internacional para evitar el reclutamiento forzoso de niños en conflictos armados, así como de brindar apoyo a grupos locales vulnerables.
"Más de 473 millones de niños y niñas –al menos 1 de cada 6 a nivel mundial– viven actualmente en zonas afectadas por conflictos. El número de situaciones de conflicto en todo el mundo es el más alto registrado desde la Segunda Guerra Mundial. Además, el porcentaje de niños y niñas que viven en estas regiones se ha duplicado, pasando de alrededor del 10% en la década de 1990 a casi el 19% en la actualidad", reportó UNICEF en su balance del año 2024.
Visto con la sensibilidad justa y necesaria, la conmemoración del Día Mundial de los Huérfanos de la Guerra tiene una importancia vital para la humanidad, entre otras cosas porque tiene el potencial de:
Crear conciencia: pues pone en relieve situaciones y necesidades de los niños que han perdido a sus padres a causa de conflictos armados, ayudando a humanizar a quienes tiene el poder de cambiar sus realidades, desafíos y vulnerabilidades.
Promover la solidaridad: a través del fomento al apoyo global y la cooperación que brinde asistencia y protección a estos niños, para que no sean olvidados ni relegados.
Impulsar acciones concretas: solo si se visibiliza el problema se puede pensar en la promoción de políticas, programas y recursos destinados a mejorar la vida de estos niños que se quedan sin padres durante la guerra, incluyendo desde la necesaria atención psicológica hasta el acceso a la educación y condiciones de vida dignas.
Recordar la importancia de la paz: no olvidar nunca cuales son las terribles consecuencias de los conflictos bélicos y la necesidad de trabajar juntos hacia un mundo más pacífico y seguro.
En fin, que cada seis de enero, y el resto de los días del calendario, tengamos la oportunidad de reflexionar y actuar, para marcar una diferencia positiva en los niños que son tan injustamente afectados por los conflictos y las guerras.